jueves, 29 de septiembre de 2011

02

Recuerdo esa última faceta que me diste a conocer, tu rostro deformado por la melancolía y una dosis de aflicción que no se hacia ausente. Tus manos sujetaban el silencio inerte de mis labios, la música hacía temblar sin piedad los vidrios de tu habitación. Cada maldita nota cargada de tristeza adornaba la escena que marcaría mi vida y a la vez, que me culparía de todos los errores de la tuya.

Me acosa esa imagen, en la que estabas acabado, afirmado a tus pocas fuerzas y ganas de vivir, la pared sostenía sutil tu agonía, la luz de la luna atravesaba con coraje nuestra pequeña ventana, al caer marcaba tus rasgos gastados, pero jóvenes, tus párpados entrecerrados, y tu expresión desconocida, y yo, divisaba enferma desde el suelo tus últimas instancias ante mis ojos, que por cierto no serían las últimas en mi mente.

“Acércate, necesito acariciarte, por favor…” citaste en medio de tu ausencia de cordura, arrastré nefasto mi cuerpo por el suelo, suelo infectado de nuestras porquerías, y luego me acurruqué débil contra tu pecho, el aire estaba propagado en su desdicha, y al intentar cegarme de nuestra realidad, cerré los ojos y hundí bajo mis párpados tu olor abandonado, sin saber que este sería pleno instante antes de mi escasez de ti definitiva.

Buscaste mi mano para inculparla de tu salvación, impusiste en ella agobiado a tu estúpida acompañante, fría y pesada, tal como yo me comportaba ante ella, tu arma, culpable de algunos daños, cargada de balas entrenadas para atenuar en momentos de ira. Sentí lo incómoda que estaba aquella pistola en mis manos, su peso provocaba un amargo sabor, no asimilé la situación, tan solo se me dio a conocer el pensar que aquella circunstancia solo podía evocar algo mejor, estábamos en la pocilga de un infierno, nada aquí podría ser para peor, nada.

Aproximó bizarra tu mano, sujeta a la mía, sujetando tu sucia arma, con un respiro de terminal esfuerzo, acelerando los latidos de mi corazón, tu tristeza daba aire de sosiego, y sin más, arrastraste esas últimas intenciones hasta tu faz, dejando mi mano estática, apoyando cargado tu propósito de tan pernicioso objeto contra tu frente.

Después de un cruel silencio solo quedó hacerme la desentendida de tus pretensiones, o tal vez, dentro de mi lamentable estado no pude asimilar contra la realidad tal rotundo transe. Aquella situación insinuó que despojases entre tu quebranto una mirada dulce hacia mi, tu frívola arma continuaba afirmada a ti, llamaste mi oído a tu boca, soltaste de ella un susurro que impulsaría la continuación de mis actos, sin equiparar consecuencias, tan sólo manifestaste entre tu inocente tristeza: “En aquel anhelado lugar, guardaré tu eterno amor como mi felicidad, envíame allá antes de que el mundo y las consecuencias de mis actos me envíen a un lugar aún peor que este…”

El tono de tu voz desfallecía con el costoso precio de las palabras, alejé tus labios desgastados de mi oído, y deposité en ellos un dulce beso atado de todo el pesar de mi amar, cerraste suave tus párpados, y con voluntad ingenua de tu descanso, de tu plenitud, alcanzar tu mayor deseo, que abrazarás eterno tu ardua felicidad, presione intoxicada de tus suplicios tan inerte gatillo, dejando que el fuego de su potencial cargase de todos tus anhelos, y te enviase a el clímax de tu satisfacción, a la cumbre de tu reposo y alegría.

Ambiguo fue mi sabor al divisar tu sangre, corrompida, sobre mi corteza, caí abatida en el suelo tras mi espalda, el impacto de mi peso con tan roñosas tablas crujió haciendo añicos mi alma, sin sentido ni valor de vida, intenté un segundo homicidio a quien no era yo, a quien no era más que una ciega parricida, repetí el acto esta vez contra mi sien, con un impulso de cobardía presioné nuevamente tan sucio detonador, pero en un segundo seguía ahí, inmune, aquella escena había ofuscado mi razonamiento de posibilidades, pues, tan sucia arma, egoísta, únicamente para él, para mi errático ángel, había guardado sus perniciosas balas.

Quizás tan solo fui a la única a quien podrías cargar con tus pensamientos, ahogar con tus necesidades, e invadir con tus manos todo su cuerpo, pues, perfectamente sabías que no huiría, tal como tú, yo era una loca, te amé hasta el último segundo, te libré de este repulsivo mundo, y a pesar de cargar con el putrefacto odio de quienes te querían, en mi cárcel de lágrimas, esperando tu silueta, esposada tras mi helada celda de fierro, como tu salvadora, te sigo amando.



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Lo escribí un Lunes 28 de septiembre del 2009.
Recuerdo haberme inspirado en la muerte de Kurt, claro, bajo la teoría de asesinato coyugal.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

01

Alma fugaz
recorres bares de mi intriga,
inalcanzable, incontenible,
proclamas tu venida.

Rastro en aquella sombra
persigue tu delicadeza,
viajas entre dos mundos
poco tranquila, obsesa.

Ambigua realidad,
te persigo entre sueños
y poco de ti atrapo,
alma fugaz, alma sin dueño.



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Un pequeño escrito para comenzar. Tengo dudas de como integrarse a esto del blog.